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NotaPublicado: 08 May 2010, 15:26 
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Para los mas jovenes no os acordareis de cuando solo habia 2 cadenas, cuando los presentadores de television, siempre eran los mismos, y cuando el enviado especial de TVE a todos los conflictos era Arturo Perez Reverte. Todavia permanece en mi retina la imagen de verlo con el chaleco en una mano el micro y la otra tapandose el oido, y de vez en cuando agachandose debido a impactos, explosiones o desastres humanitarios detras de el.


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Quiero hacerle un pequeño homenaje publicando de vez en cuando alguno de sus articulos que cada vez me dejan mas sorprendido por que si algo admiro de la gente es que llame a las cosas por su nombre y sobre todo con conocimento de causa. Este es el último articulo que he leido de el, cada uno que piense lo que quiera


UN FACHA DE SIETE AÑOS
por Arturo Pérez-Reverte
EL SEMANAL,

Me interpela un lector algo –o muy– dolido porque de vez en cuando aludo a España como este país de mierda. El citado lector, que sin duda tiene un sentimiento patriótico susceptible y no mucha agudeza leyendo entre líneas, pero está en su derecho, considera que me paso varios pueblos y una gasolinera. Le extraña, por otra parte, y me lo comunica con acidez, que alguien que, como el arriba firmante, ha escrito algunas novelas con trasfondo histórico, y que además parece complacerse en recuperar episodios olvidados de nuestra Historia en esta misma página, sea tan brutal a la hora de referirse a la tierra y a los individuos que de una u otra forma, le gusten o no, son su patria y sus compatriotas.
La verdad es que podría, perfectamente, escaquearme diciendo que cada cual tiene perfecto derecho a hablar con dureza de aquello que ama, precisamente porque lo ama. Y cuando abro un libro de Historia y observo ciertos atroces paralelismos con la España de hoy, o con la de siempre, y comprendo mejor lo que fuimos y lo que somos, me duelen las asaduras. Aunque, la verdad, ya ni siquiera duelen Al menos no como antes, cuando creía que la estupidez, la incultura, la insolidaridad, la ancestral mala baba que nos gastamos aquí, tenían arreglo.
La edad y las canas ponen las cosas en su sitio: ahora sé que esto no lo arregla nadie.
España es uno de los países más afortunados del mundo, y al mismo tiempo el más estúpido. Aquí vivimos como en ningún otro lugar de Europa, y la prueba es que los guiris saben dónde calentarse los huesos. Lo tenemos todo, pero nos gusta reventarlo. Hablo de ustedes y de mí. Nuestra envilecida y analfabeta clase política, nuestros caciques territoriales, nuestros obispos siniestros, nuestra infame educación, nuestras ministras idiotas del miembro y de la miembra, son reflejo de la sociedad que los elige, los aplaude, los disfruta y los soporta. Y parece mentira.
¡Con la de gente que hemos fusilado aquí a lo largo de nuestra historia, y siempre fue a la gente equivocada! A los infelices pillados en medio. Quizá porque quienes fusilan, da igual en qué bando estén, siempre son los mismos.
Pero me estoy metiendo en jardines complejos, oigan. El que quiera tener su opinión sobre todo eso, acertada o no, pero suya y no de otros, que lea y mire. Y si no, que se conforme con Operación Triunfo, con Corazón Rosa o con Operación Top Model, o como se llamen, y le vayan dando.
Cada cual tiene lo que, en fin, etcétera. Ya saben. Por mi parte, como todavía me permiten y pagan este folio y medio de terapia personal cada semana –es higiénico poder morir matando–, me reafirmo un día más en lo de país de mierda.
Y lo voy a justificar hoy, miren por donde, con una bonita anésdota anesdótica. Una de tantas.
Verán. Un niño de siete años, sobrino de un amigo mío, observando hace poco que varios de sus amigos llevaban camisetas de manga corta con banderas de varios países, la norteamericana y la de Brasil entre ellas –algo que por lo visto está de moda–, le pidió al tío de regalo una camiseta con la bandera española. «Van a flipar mis amigos, tito», dijo el infeliz del crío.
Según cuenta mi amigo, el sobrinete bajó al parque como una flecha, orgulloso de su prenda, con la ilusión que en esas cosas sólo puede poner una criatura. A los diez minutos subió descompuesto, avergonzado, a cambiarse de ropa. El tío fue a verlo a su habitación, y allí estaba el chiquillo, al filo de las lágrimas y con la camiseta arrugada en un rincón. «Me han dicho que si soy facha o qué», fue el comentario.
¡Siete años!, señoras y caballeros. La criatura. Y no en el País Vasco, ni en Cataluña, ni en Galicia. ¡En la Manga del Mar Menor! provincia de Murcia.
Casualmente, y sólo una semana después de que me contaran esa edificante historia infantil, otro amigo, Carlos, gerente de un importante club náutico de la zona, me confiaba que ya no encarga polos deportivos para sus regatistas con el tradicional filetillo de la bandera española en las mangas y en el cuello. «En las competiciones con clubs de otras autonomías –explicó– están mal vistos.»
Dirán algunos que, tal y como anda el asunto, podríamos mandar a tomar por saco ese viejo trapo (nuestra bandera) y hacer uno distinto.
Al fin y al cabo sólo existe desde hace dos siglos y medio. Podríamos encargarle una bandera nueva, más actual, a Mariscal, a Alberto Corazón, a Victorio o a Lucchino. O a todos juntos. Pero es que iba a dar igual. Tendríamos las mismas aunque pusiéramos una de color rosa con un mechero Bic, un arpa y la niña de los Simpson en el centro; y en las carreteras, el borreguito de Norit en vez del toro de Osborne.
El problema no es la bandera, ni el toro, sino la puta que nos parió.
A todos nosotros.
A los ciudadanos de este país de mierda.

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NotaPublicado: 08 May 2010, 16:57 
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Aplastante exposición..... 8-) 8-)

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"No hay bestia feroz que no sienta ninguna piedad. Yo no la siento, luego no soy tal bestia"


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NotaPublicado: 08 May 2010, 17:21 
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Siempre me gusto este genio ;)

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ah!!!!!!!!............ si eso de el paintball..............NO


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NotaPublicado: 08 May 2010, 17:28 
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Por cierto España es lo que fue y sera lo que es pero me alegro de haber nacido aqui, en la puta que nos pario :lol: :lol: :lol: :lol: :lol: :lol: :lol: que grande es este tio

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NotaPublicado: 09 May 2010, 19:38 
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fox escribió:
Por cierto España es lo que fue y sera lo que es pero me alegro de haber nacido aqui, en la puta que nos pario :lol: :lol: :lol: :lol: :lol: :lol: :lol: que grande es este tio



je je coincido totalmente contigo ;)


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NotaPublicado: 10 May 2010, 05:07 
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Amen hermano...


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NotaPublicado: 22 May 2010, 14:56 
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Otra de arturo, la voz del pueblo:

Hoy van a permitir ustedes que vuelva a tomar unas cervezas con un amigo, esta vez en el bar de la Lola. Ese bar es imaginario sólo hasta cierto punto. Tiene antiguos azulejos en las paredes, un par de barricas de roble que huelen a vino añejo, y dos viejos carteles: anís del Mono y Fundador. Hay otro nuncio en la fachada, también de azulejos, que dice: Nitrato de Chile. En cuanto a Lola, es una belleza morena, cuarentona, ajada pero reteniendo mucho poderío, con esa callada lucidez que dan la vida y los años en la barra de un bar. La clientela es fundamental: borrachines que desayunan vasos de vino o carajillos de Magno a las nueve de la mañana, alcohólicos anónimos y sin complejos, trabajadores del puerto, albañiles y fontaneros con bocatas y botellines, y tipos así. Hasta el Piloto asoma de vez en cuando, enciende un pitillo y se toma su caña, silencioso, en un rincón. Por las noches, los fines de semana, el sitio se anima con jóvenes que van de vinos y coexisten pacíficamente con la parroquia de diario. Ése es el bar de Lola.

La cerveza de hoy la paga Antonio, Toni para los amigos. Y yo soy su amigo. Antonio tiene veintisiete tacos, y es un pegahierros, o sea, un soldador sin más estudios que los justos, con todas las pasiones oportunas, y todavía capaz de soltar la lágrima, cuatro copas por encima de la línea de flotación, con el Canto a la libertad de su paisano Labordeta. Aunque conviene precisar que, por lo general, las lágrimas de Antonio son lágrimas de rabia. Porque hay lloros y lloros, y cada cual llora según como es y se siente. Antonio es y se siente lancero del cuadro de Velázquez, pero de los del fondo. De los que sólo se ve la lanza.

Antonio le mira las tetas a Lola entre tiento y tiento a las cañas. Las tetas de Lola, dicho sea de paso, son espléndidas, y según los escotes de sus blusas, morenas y sabias. Todos se las miramos y a ella no le importa porque lo hacemos con respeto, de forma objetiva, igual que contemplas una hermosa puesta de sol o a un crío jugando en un parque. El caso es que Antonio mira lo que mira, pide otras dos cañas, y me dice: fíjate, colega, el problema es que ni yo ni mis alrededores existimos en este puto país. Llevo currando desde los dieciséis como un cabrón. He leído encuestas, estudios demográficos y otras murgas, y la verdad es que no sé de qué país de Walt Disney hablan cuando nos hablan. Cada vez que llego a casa reventado y pongo la tele, me salen niñatos guapos, listos, con buen rollito, o sea, unos pijos de diseño que te cagas, y al loro cantimploro, tío, nunca se les ve trabajar -mucho menos como yo, con mono-, porque eso sí, estudian siempre aunque tengan treinta tacos, y con unos problemas trascendentales que te descojonas de risa. Y la gente va y se lo cree y encima termina pareciéndose a ellos, fíjate. Se lo tragan todo con patatas y España va bien, y somos europeos y la pera limonera, porque luego te encuentras a sus clones como ovejas Dolly, guapitos de cara que salen en las encuestas y en los telediarios, todos súper-realizados, con curros súper-súper, que resulta que ahora todos los que veo en el metro a las siete de la mañana con cara de zombis, camino del andamio o el taller, son alucinaciones mías. Así que cuéntame qué coño pasa, tú que tienes estudios. Porque o la gente no es gente y son marcianos, o yo soy gilipollas, o el marciano y gilipollas soy yo, y lo que veo todos los días es mentira.

Lola nos ha puesto otras dos cervezas, y por un momento he pensado en pedirle que ponga también algo de Iñaki Askunze, que me gusta tenerlo de fondo cuando me las tomo con los amigos; pero al fin medito y decido que Antonio no está para músicas. Así que me calzo media caña, asintiendo de vez en cuando porque comprendo que mi amigo no busca respuestas sino desahogo. Y así lo sigo oyendo decir, colega, que en este país tan europeo y que va tan de puta madre, hasta los principitos y las principitas tienen dieciséis carreras y la del galgo, y le gusta esquiar y montar a caballo también -Antonio está casado con una morenita de pelo que le quita el sentido-; pero ella y yo tenemos la mala costumbre de comer todos los días y pagar el piso. Ya ves. De manera que, bueno, quizás lo mejor es manifestarse pacíficamente cuando hay ocasión, reclamar por los cauces legales y demás, ya sabes. Pero siempre te pegas con el muro de los golfos y los aprovechados y los mangantes y lloras de rabia y de impotencia ante las perrerías que te hacen, y encima acojonado por si te echan del curro y te quedas mojama, mirándote la parienta. ¿Cómo lo ves?... Y yo, en lugar de decirle cómo lo veo, que maldito lo que necesita que lo diga, le pido a Lola otras dos cañas. Y Antonio termina así: «Hay días en que oyes eso de que España va bien y te dan ganas de hacerte maquis, echarte al monte, y el que más chifle, capador».

Eso es lo que me dice Antonio mientras tomamos cañas en el bar de Lola.

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NotaPublicado: 22 May 2010, 15:28 
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"Hay dias en que oyes eso de que España va bien y te dan ganas de hacerte maquis echarte al monte, y el que mas chifle, capador" a_tus_pies a_tus_pies a_tus_pies a_tus_pies a_tus_pies a_tus_pies :lol: :lol: que grande

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NotaPublicado: 22 May 2010, 15:34 
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Aqui poniendo verdes a los yanquis, yo no se si lo seran pero es que el tio lapida con sus palabras
http://www.youtube.com/watch?v=39pWNzZ7 ... re=related

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NotaPublicado: 14 Oct 2010, 22:25 
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El síndrome del coronel Tapioca


Por Arturo Pérez-Reverte (Cartagenero) (Académico de la Lengua Española, que no Castellana), 10-01-10
Hace treinta y dos años desaparecí en la frontera entre Sudán y Etiopía. En realidad fueron mi redactor jefe, Paco Cercadillo, y mis compañeros del diario Pueblo los que me dieron como tal; pues yo sabía perfectamente dónde estaba: con la guerrilla eritrea. Alguien contó que había habido un combate sangriento en Tessenei y que me habían picado el billete. Así que encargaron a Vicente Talón, entonces corresponsal en El Cairo, que fuese a buscar mi fiambre y a escribir la necrológica. No hizo falta, porque aparecí en Jartum, hecho cisco pero con seis rollos fotográficos en la mochila; y el redactor jefe, tras darme la bronca, publicó una de esas fotos en primera: dos guerrilleros posando como cazadores, un pie sobre la cabeza del etíope al que acababan de cargarse.

Lo interesante de aquello no es el episodio, sino cómo transcurrió mi búsqueda. La naturalidad profesional con que mis compañeros encararon el asunto. Conservo los télex cruzados entre Madrid y El Cairo, y en todos se asume mi desaparición como algo normal: un percance propio del oficio de reportero y del lugar peligroso donde me tocaba currar. En las tres semanas que fui presunto cadáver, nadie se echó las manos a la cabeza, ni fue a dar la brasa al ministerio de Asuntos Exteriores, ni salió en la tele reclamando la intervención del Gobierno, ni pidió que fuera la Legión a rescatar mis cachos. Ni compañeros, ni parientes. Ni siquiera se publicó la noticia. Mi situación, la que fuese, era propia del oficio y de la vida. Asunto de mi periódico y mío. Nadie me había obligado a ir allí.

Mucho ha cambiado el paisaje. Ahora, cuando a un reportero, turista o voluntario de algo se le hunde la canoa, lo secuestran, le arreglan los papeles o se lo zampan los cocodrilos, enseguida salen la familia, los amigos y los colegas en el telediario, asegurando que Fulano o Mengana no iban a eso y pidiendo que intervengan las autoridades de aquí y de allá -de sirios y troyanos, oí decir el otro día-. Eso tiene su puntito, la verdad. Nadie viaja a sitios raros para que lo hagan filetes o lo pongan cara a la Meca, pero allí es más fácil que salga tu número. Ahora y siempre. Si vas, sabes a dónde vas. Salvo que seas idiota. Pero en los últimos tiempos se olvida esa regla básica. Hemos adquirido un hábito peligroso: creer que el mundo es lo que dicen los folletos de viajes; que uno puede moverse seguro por él, que tiene derecho a ello, y que Gobiernos e instituciones deben garantizárselo, o resolver la peripecia cuando el coronel Tapioca se rompe los cuernos. Que suele ocurrir.

Esa irreal percepción del viaje, las emociones y la aventura, alcanza extremos ridículos. Si un turista se ahoga en el golfo de Tonkín porque el junco que alquiló por cinco dólares tenía carcoma, a la familia le falta tiempo para pedir responsabilidades a las autoridades de allí -imagínense cómo se agobian éstas- y exigir, de paso, que el Gobierno español mande una fragata de la Armada a rescatar el cadáver. Todo eso, claro, mientras en el mismo sitio se hunde, cada quince días, un ferry con mil quinientos chinos a bordo. Que busquen a mi Paco en la Amazonia, dicen los deudos. O que nos indemnicen los watusi. Lo mismo pasa con voluntarios, cooperantes y turistas solidarios o sin solidarizar, que a menudo circulan alegremente, pisando todos los charcos, por lugares donde la gente se frota los derechos humanos en la punta del cimbel y una vida vale menos que un paquete de Marlboro. Donde llamas presunto asesino a alguien y tapas la cara de un menor en una foto, y la gente que mata adúlteras a pedradas o frecuenta a prostitutas de doce años se rula de risa. Donde quien maneja el machete no es el indígena simpático que sale en el National Geographic, ni el pobrecillo de la patera, ni te reciben con bonitas danzas tribales. Donde lo que hay es hambre, fusiles AK-47 oxidados pero que disparan, y televisión por satélite que cría una enorme mala leche al mostrar el escaparate inalcanzable del estúpido Occidente. Atizando el rencor, justificadísimo, de quienes antes eran más ingenuos y ahora tienen la certeza desesperada de saberse lejos de todo esto.

Y claro. Cuando el pavo de la cámara de vídeo y la sonrisa bobalicona se deja caer por allí, a veces lo destripan, lo secuestran o le rompen el ojete. Lo normal de toda la vida, pero ahora con teléfono móvil e Internet. Y aquí la gente, indignada, dice qué falta de consideración y qué salvajes. Encima que mi Vanessa iba a ayudar, a conocer su cultura y a dejar divisas. Y sin comprender nada, invocando allí nuestro código occidental de absurdos derechos a la propiedad privada, la libertad y la vida, exigimos responsabilidades a Bin Laden y gestiones diplomáticas a Moratinos. Olvidando que el mundo es un lugar peligroso, lleno de hijos de puta casuales o deliberados. Donde, además, las guerras matan, los aviones se caen, los barcos se hunden, los volcanes revientan, los leones comen carne, y cada Titanic, por barato e insumergible que lo venda la agencia de viajes, tiene su iceberg particular esperando en la proa.

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